miércoles, 24 de febrero de 2010

En el momento que tu ves y sientes seguro con lo que tienes, piensas que duraran eternamente, pero por una mala decisión hace que lo pierdas todo y en lo que te sentías seguro, ya no lo es. Caes en un pozo de amargura y desesperación. El pánico te corroe por dentro. Eso es lo que me pasó cuando deje marchar a la persona que más amaba. Irse para no volver nunca más. En ese momento me sentía la persona mas ruin y asquerosa del mundo. Me odiaba. Le odiaba. Me odiaba porque no lo había impedido, le odiaba a él por haber tomado esa decisión. Pero lo quería por encima de todo.
El tiempo pasó y no lo volví a ver. Cada día miraba en el buzón si había una carta o algo de él, pero como siempre, nada. La soledad no me dejaba ver, no salia de casa y dejé de vivir. Iba a la estación a ver los trenes que venían de París. Me sentaba en el banco del anden a esperar, veía a la gente bajar del tren y encontrarse con su familia, amigos, pero entre ellos nunca lo veía.
Los recuerdos son una buena cárcel…

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