miércoles, 18 de agosto de 2010

Despedirme de Barcelona, de mis amigos, de mis conocidos, de mi familia. Dejar de la Barcelona que me enamoré. Se hace realmente duro.

Mi vida se basa en 5 puntos importantísimos: Mi familia. La que siempre me ha apoyado en todas mis decisiones. Mis amigos los que me ayudan a levantarme del suelo cuando me caigo. Mis aficiones con las que me libero del mundo real y me sumerjo en el mío. Mis metas, las cuales son las que me ayudan a conseguir lo que quiero. Y mis ídolos, los que me han hecho soñar lo imposible.

No me creo que voy a coger un vuelo que me llevará a un lugar nuevo, a una ciudad extranjera. Desde los 13 años soñando con lo mismo. 6 años de mi vida suspirando cada vez que escuchaba sus nombres. 6 años creyendo lo imposible. 6 años con las mismas personas en mi cabeza. 3 años estudiando la misma lengua. 3 años de un aprendizaje duro, pero vale la pena.

Me he pasado noches en vela con el Ipod escuchando su música y deseando no ser una fan más. Queriendo ser algo más. Son personas realmente importantes para mi. Pero solo hay una más importante que ellos. Marina, mi amiga de siempre. Con la que siempre he podido hablar de ellos. Con la que siempre la he estado rayando por mis tonterías. Con la que siempre podré contar con ella para lo que sea. Y ahora hacíamos realidad nuestro sueño. Ahora será nuestro. Será nuestro puto paraíso.

Nos hemos apoyado en cada momento de nuestras vidas. Es algo mágico, algo que no podemos perder. Algo que no muchas personas tienen. Algo escaso en este mundo. Ese algo es la amistad tan grande que nos une.

Lo que me rodea son maletas y recuerdos que he empaquetado en cajas. La paredes verdes de mi habitación están bacías. Solo queda el escritorio con el ordenador y el armario con la misma ropa que había que cuando lo compramos. Nada. En estas cuatro paredes he pasado los mejores momentos de mi vida, ahora los voy a dejar atrás. Para que negarlo, tengo miedo. Alguien pica a mi puerta. Es mi madre que nos tenemos que ir. Lo cogemos todo y lo ponemos en el maletero del coche. Próxima parada Alemania. Cuando llegamos al aeropuerto descargamos todo y me acompañan hasta la terminal. Marina no ha llegado. Que capulla. Como no, va a llegar tarde la nena.

- Marta, cuando llegues nos llamas. – dice mi madre, medio estresada. No le hace mucha gracia que con tan solo 19 años coja un avión dirección a una ciudad nueva y a tantos kilómetros.

- Si, mamá.

- Bueno, hermanita, que tengo 24 años y te independizas tu antes, esto no puede ser… - mi hermana mayor me agarra del cuello dándome un abrazo. – te vamos a echar de menos pitufa.

- Yo a vosotros también. – me abracé a mi padre. Era el que mas me había apoyado para que hiciera este viaje.

- Pequeña, si necesitas alguna cosa solo nos tienes que llamar y estaremos allí en el primer vuelo. – mi padre no era de las personas que lloran por estas cosas, pero se le veía con los ojos cristalinos. Me entraron ganas de llorar, pero me reprimí.

Embarqué todo y me volví a despedir de ellos. Pasé el control de metales y hechaba un último vistazo a mi familia que se iba alejando cada vez más.

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