sábado, 6 de noviembre de 2010

Me acordaré de este momento.

Desde la barandilla del mirador de Montjuïc veo toda Barcelona. Es precioso. Mi ciudad favorita en el mundo, me siento la persona más feliz. Apoyo mis antebrazos en la madera y dejo reposar mi cuerpo en ellos. La brisa cálida de primavera me choca en la cara. El aire lleva suspendido, pequeñas partículas de polen de las flores que empiezan a florecer. El aroma de las plantas que están a mi alrededor, se cuelan por mi nariz. El olor a pino y a jazmín invaden mis fosas nasales y mi cuerpo entero. Cierro los ojos y dejo que la imaginación me lleve a donde quiera que estés. Tuve un profesor en el instituto que nos dijo que el olor, es el mejor transportador de recuerdos. A la edad de dieciséis años, lo creíamos una tontería. Pero ahora me doy cuenta de que era verdad. Cuando huelo a lavanda, me acuerdo de como olía mi abuela. Cuando huelo a fresco, me acuerdo de mi padre. Cuando huelo a chocolate, me acuerdo de mi prima. Cuando huelo a hierba, me acuerdo de mis amigas. Es algo fantástico.
Me siento tan bien en este momento, que quiero que sea eterno. La brisa que corría antes, ahora a parado y me deja oír el canto de los pájaros. Es un canto tan bello y delicado, que un simple susurro lo estropearía. Escucho unos pasos que se acercan donde me encuentro yo en este momento. Noto como de sitúa a mi lado y se apoya en la barandilla igual que yo. El simple ronroneo del viento, que ha aflorado de nuevo, nos envuelve.

- Es precioso - el silencio es roto por su voz.
- Lo más bello que he visto jamás - le respondo.
- Si, es tan bello ¿Por qué tienes los ojos cerrados? - me pregunta de repente.
- Porque ya se como es, ahora solo quiero dibujarlo en mi mente - el silencio vuelve a escucharse a nuestro alrededor. Deben de ser las doce del mediodía, porque las campanas de las iglesias suenan al compás de su movimiento.
- Te quiero - suelta de repente. Aprieto más fuerte mis ojos y agacho la cabeza.
- Eres un producto de mi imaginación - susurro, no lo suficientemente bajo para que él no me escuchara.
- Abre los ojos y verás que no - niego con la cabeza y alzándola - . Eres tozuda. Como yo recordaba - dijo con cierta melancolía en la voz.
- Solo eres un reflejo de mi vida - mis labios dejan escapar estas palabras. Noto como se acerca a mí.
- Crees que esto es parte de tu imaginación - sus manos acarician mis mejillas. - Crees que esto es un a simple ilusión - su aliento calentonuzco choca contra mis labios - Crees que no soy de verdad - sus labios rozan los míos con delicadeza y cuidado. Miles de sensaciones se apoderan de mi cuerpo en ese momento. Profundizamos ese beso dejando juego desenfrenado de nuestras bocas hagan lo que hacía años querían hacer. Muy a mi pesar, nos separamos. Mis ojos aun seguían cerrados -. Ábrelos, déjame ver los ojos me robaron la razón - me susurra al oído. Poco a poco los voy abriendo. Cuando los tengo abiertos del todo, el sol me molesta, pero a los pocos segundo mis pupilas se acostumbran y empiezo a distinguir los rasgos de su cara. La sonrisa de ambos se hace cada vez más grande. Mis manos entran en contacto con la piel de su cara. Resigo con las yemas de mis dedos el contorno de sus ojos, su nariz y sus labios. Acabo posando la mano en su mejilla y el besa mi mano.
- Gracias.

Simplemente digo eso. Me abrazo a su pecho y allí dejo que mi cabeza descanse subiendo y bajando al ritmo de su respiración.
Cuando huela a pino, me acordaré de este momento.

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