viernes, 19 de febrero de 2010

Ando. Me pierdo. Corro. No tengo donde ir. Me paro. ¿Dónde estoy? Sigo andando. Nadie me lo impide. Llueve. Me mojo. No hay nadie. Me han abandonado. Sola, si, sola estoy. Las lágrimas se pierden entre la lluvia que moja todo lo que encuentra en su camino. Viento. Me congela. No puedo más. Caigo al suelo. Es demasiado dolor el que siento ahora. No puedo seguir. Me dejo vencer. La sangre sigue brotando de mi barriga. No llegaré. Mi cuerpo se desmorona en el suelo. Mis últimos suspiros llegan. Mis latidos llegan al fin. No hay nadie que me ayude. Estoy olvidada de la mente de todos. La lluvia va desaciendo todo a su paso y con ella me voy dejando morir. No puedo. Lo siento. Ya no causaré más problemas. Mis ojos se cierran y lo último que ven son los charcos que anegan cada rincon de la calle. Mis labios saben a sangre y agua. Huelo el frio suelo y oigo como el agua va haciendo su trabajo. Me cercioro que mi corazón se ha parado, que mis ojos solo se ve una imagen negra, que dejo de sentir el frio suelo bajo de mi y dejo salir mi última bocanada de aire. Acabó. Adiós.

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