viernes, 25 de junio de 2010

Emprendí mi vuelo una mañana de primavera, cuando las flores nacían y daban la bienvenida al sol. Miro el vacío con ganas y nervios que siempre tienes cuando haces algo por primera vez. Siempre me dijeron que era una persona generosa, amable, bondadosa, feliz. Era el pequeño ángel de todos. Pero todo esto cambió cuando la última noche de invierno llegaba a su fin, yo lo hacia igual. Me siento mareada, pero tengo ganas de todo. Delante de mi veo a más personas que alzan el vuelo hacia el cielo. Maravillada con tal espectáculo, extiendo mis alas y salto con la esperanza de salir de allí. Siempre oí decir que cuando mueres en el cielo te esperan tus seres queridos. Veo a mi abuela a mi lado. Con las alas intento llegar hasta lo mes lejos que nadie ha ido nunca, pero al primer aleteo noto que caigo. Una de mis alas no me responde. Aterrada pido ayuda a mi abuela que la veo partir hacia la luz. Caigo al suelo y lloro de impotencia. Entro en casa y veo a mis padres llorar al lado de mi cuerpo. Ahora me doy cuenta de que estoy destinada a vivir con los vivos. Que voy a velar por la vida de mis seres queridos en la tierra. Que estaré eternamente encerrada en el mundo de los mortales y que soy el ángel del ala rota.

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