sábado, 17 de julio de 2010

Una señora, con el pelo canoso, espera en el mismo banco todo el día. Siempre viste un vestido negro con algunos destellos plateados. Su cabeza queda coronada por una pamela negra. Sus manos descansan sobre el regazo de sus doloridas y viejas piernas. Sus manos son blancas como la nieve. Sus dedos están adornados con anillos de inmensos rubíes. Su cara demacrada por el paso del tiempo y las arrugas, presentan la clara evidencia de la vejez. Sus labios, siempre perfilados a la perfección con carmín rojo, esperan a ser besados. Aunque sus facciones se dibujara la tristeza y la añoranza de un amor lejano, sus ojos destellaban esperanzados. El día pasa y ella sigue allí. La toman por loca, lunática, enferma, chiflada. Pero ellos no saben nada. Ella lo único de que está enferma es de amor.

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